A lo largo de los dos primeros capítulos de “Retorcida Retórica" hemos visto que cualquier obra sustentada sobre los cimientos de la retórica es diez veces más consistente ,desde el punto de vista creativo, que un mensaje en sentido literal (algo que nos lo da todo pensado, todo hecho). Pero además, si la figura retórica en cuestión es la provocación, entonces, la efectividad se multiplica por veinte, por treinta, por cuarenta o por mil. Para lo bueno y para lo malo.
La estrategia es sencilla: el éxito de una obra es directamente proporcional a su capacidad de "tocarle los huevos" al sistema. La retórica de la provocación es, para entendernos, como el grito de Munch colgado en una iglesia de Cartujos. En publicidad por ejemplo, provocar descaradamente garantiza una cadena de notoriedad gratuita en forma de noticia; el escándalo se propaga rompiendo la barrera del sonido, copando las páginas de la prensa, llenando de titulares los telediarios y colapsando los perfiles de las redes sociales. Y todo, sin pagar un duro. Esta estrategia, que a cualquier mortal nos puede parecer contraproducente, al más impúdico, sin embargo, le garantiza una notoriedad exprés imposible de conseguir si no fuera a golpe de talonario.
En publicidad por ejemplo, algunas agencias y marcas se han atrevido (si todas lo hicieran la provocación dejaría de ser provocación) con esta retórica de incitar de forma desmedida, desde la agencia de publicidad británica de los excéntricos hermanos Saatchi&Saatchi, con su campaña para prevenir los embarazos indeseados, allá a finales de los años setenta, en la que aparecía un joven preñado bajo el concepto: “¿Tendrías más cuidado si quien se queda embarazado fueras tú? , hasta las sonadas campañas de Benetton, en la década de los ochenta y noventa, realizadas por Oliviero Toscani. Pero este recurso retórico de la provocación está muy extendido en todas las disciplinas. En moda se nos viene a la cabeza David Delfín con sus encapuchadas desfilando por las pasarelas de los telediarios. En el mundo de los negocios, destaca Michael O'Leary, consejero delegado de Ryanair, con sus histriónicas políticas de vuelo para aterrizar en las portadas de los periódicos( utilizar la imagen de la reina de España sin su consentimiento en una de sus campañas, su idea de cobrar a los pasajeros por utilizar el baño, o la artimaña de viajar con los tanques de gasolina como si fueran mecheros Zippo, siempre al límite.
Y como podríamos estar horas y horas, en plan tenis, de un lado para otro, nombrando a instigadores del mal (hablando de tenis se me viene a la cabeza el polémico tenista John McEnroe), mejor, os recomiendo el libro escrito por el rey de la polémica, Risto Mejide, por no decir Risto Mejode ,el creativo publicitario que, en plan metapublicidad, se ha fabricado su propio producto de masas bajo el posicionamiento: MOLESTAR. El libro en cuestión se titula #Anoyomics: el arte de molestar para ganar dinero. Un pormenorizado y agudo repaso, con casos reales, sobre todo aquel o aquello que ha conseguido hacer mucho dinero metiendo el dedo en la llaga de los demás.
Bueno, sin más, voy despidiéndome, no quiero por más tiempo haceros parecer ni bueno, ni feo, ni mucho menos, MALO.